Y a todo esto, ¿qué es realmente el alcohol? Como ya vieron
ustedes, me gusta mucho andar llevando y trayendo chismes, pero, lo que es un
defecto en la vida cotidiana, viene a ser una virtud cuando se trata de hacerse
escritora. Les voy a compartir lo que encontré en el ensayo del Dr. Guillermo Calderón Narváez, que se titula Esa agonía llamada locura.
La palabra alcohol viene del vocablo árabe al-kohl, que era un
cosmético que usaban las mujeres para ensombrecer los párpados. Con el mismo
término, se nombraba, en la alquimia del Islam,
a las sustancias susceptibles de dividirse en partículas muy pequeñas. De esta
manera se referían al proceso de destilación por medio del cual el “espíritu”
de la bebida se removía como por arte de magia de vinos y cervezas, dando lugar
al traguito emborrachante.
La destilación fue descubierta en el siglo VIII d. De C.; se
basa en que el punto de ebullición del alcohol es inferior al del agua. Es
decir, si se pone a calentar vino o cerveza en un cacharro, al condensar el
vapor obtenido, el nuevo líquido contiene más etanol que la bebida original. El
primer producto destilado fue el brandy, palabra que quiere decir “vino
quemado”.
Los médicos y religiosos de la Edad Media,
tuvieron la creencia de que por medio de la destilación se conseguían elíxires
con efectos medicinales.
La agricultura es de los primeros descubrimientos del hombre
primitivo; luego entonces, las bebidas embriagantes aparecieron después. Las
frutas fermentadas producen vinos y los cereales, cervezas.
El primer antecedente que se tiene del alcoholismo como fuente
de problemas está en la Biblia; es el caso de Noé, que se emborrachó con vino, quedó tirado en su
tienda, desnudo, y uno de sus tres hijos lo descubrió. En lugar de ser
discreto, les llevó la noticia a sus hermanos, quienes, llenos de conmiseración
y lo que llamaríamos hoy pena ajena, le aventaron una cobija al primer teporocho del que se tiene noticia.
En este relato, la palabra de Dios también nos habla de la
cruda: el señor Noé, enterado de que había perdido gachamente el estilo, no
aguantó la vara de enfrentar las consecuencias de la juerga y maldijo al pobre
de Cam, que si no hubiera sido porque avisó, Sem
y Jafet no acuden en su auxilio a taparle las miserias.
Los alcohólicos figuran entre los seres más ingratos de la
fauna urbana, rural y antediluviana.
En el año 186 a. de C., el senado romano emitió un decreto
llamado Consultum de Bacanalibus, que prohibía
la celebración de las fiestas llamadas Bacanales por estar consagradas al dios
Baco, pero no era este el motivo de la prohibición, sino los estragos que causan
los borrachos en bandada.
De todos modos, a esta ley no se le hizo caso, como tampoco hoy
se le hace caso al alcoholímetro. El dios del vino
siguió siendo venerado hasta bien entrado el cristianismo.
Los historiadores de la época, Plinio entre ellos, mencionan un libro sobre la embriaguez cuyo autor se llamaba Marco
Antonio y que corrió la misma suerte de aquel escrito por Richard Peabody: El
sentido común de beber: se perdió.
¿Sería acaso este el primer vestigio de lo que, siglos más tarde,
llegaría a ser AA? ¡Quién sabe! Grecia y Roma, por un pelito y generan una tecnología como la que
tenemos ahora, en ese sentido, son los yanquis de
la antigüedad.
Algunos pensadores estiman que antes de la destilación, la enfermedad del alcoholismo era inexistente; inventar bebidas
fuertes y comercializar su uso, contribuyó a la creación del problema.
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