miércoles, 23 de octubre de 2013

INTERCAMBIO EPISTOLERO, DESAHOGO EPISTOLAR.

Querida matriz:
 
Bueno eso de querida es un decir, porque realmente, de ser la parte más odiada de mi cuerpo empiezas a ser tolerada hasta ahora que anuncias el fin de tu funcionamiento.
 

Has sido para mí una fuente de problemas. Comenzaste con tu página roja mensual en el momento menos esperado; cuando aún dependía de mi familia para todo. Por tu causa, pedir un simple Kotex era una temeridad; preferible robar dinero o hurtar los algodones de mi madre o de plano destruir toallas. Y aún así, me la pasaba de pie lo más que podía aguantar. Me convertiste en madre cuando la gente que me rodeaba estaba empeñada en tratarme como niña.
 
No me diste chance de saber qué cosa es lo normal y decente para relacionarse con los hombres, ni siquiera supe cómo ser la otra de un casado o una más en la lista de un Tenorio, porque antes de que pudiera acostumbrarme al hecho de que tenía pareja, ya era hora de asumir que me habían dado el esquinazo.
 
Pasé años sintiéndome culpable hasta que reparé en que la mayoría de los hombres inventan etiquetas para no comprometerse con nosotras. Quieren hijos, pero no los reconocen o los aceptan de mala gana. Contratan prostitutas y buscan el modo de no pagarles. Toman esposas y no las atienden, o les recriminan sus defectos para sentir que ellos no tienen debilidades. Todo esto ocurría ante tu indiferencia. Continuabas jugando el rol en mi organismo, dotándome de una apariencia que me hizo recibir más insultos que piropos, y de nada sirvió dejarme engordar, no arreglarme, agriar el carácter. No tuve escapatoria.
 
Lo más frustrante es que ahora me doy cuenta de que en realidad no era necesario que me afeara. Cuando empezaste a mandar la menstruación era una chiquilla gorda, desgarbada, con un tic nervioso por los problemas que había en la casa. Además usaba unas gafas con armazón grueso que me hacían parecer lechuza. Tenía la frente, la nariz y la barbilla como empedrado, por el acné. Para cerrar con broche de oro, hablaba sola. ¿Quién podía fijarse con seriedad en una chava de semejante aspecto?
 
Afortunadamente pude amarrarte las trompas porque si no, en lugar de recibir de vez en cuando los mails de una sola resentida, tendría que leer los de dos o tres. En realidad nunca pude ver cuándo era tu turno para ser y estar en mi cuerpo, y no puedo tener claro si con la salpingoplastia en verdad te protegí o nada más te castigué.
 
Comprendo que para ti no debió ser fácil fungir como la matriz de Adriana, así que ahora que te estás despidiendo, que volverás a dormir como dormías cuando era niña, te deseo de todo corazón que descanses, que sueñes, si puedes soñar, con un mundo libre de angustia, donde la misoginia no exista más.
 
Sin otra cosa que decir salvo las gracias por darme una identidad, me suscribo.
 
Muy atentamente:
Adriana.




Muy señora mía:
 
Acuso recibo de su última con fecha indefinida, como todo lo que usted escribe.
Estaba acostumbrada a sus incoherencias. Francamente, hacía mucho que no la oía renegar. Ya estaba a punto de investigar qué pasaba y me encuentro con semejantes líneas.
 

Contra todo lo que usted pueda suponer, siempre me supe aceptada y en el diálogo que sostuvimos cuando se estaba formando ese bebé que ahora es la resentida que le escribe, percibí en su persona más asombro, incluso alegría, que miedo.
 
En realidad usted nunca rechazó a su hija, resintió el tratamiento gazmoño y envidioso que le dieron los que estuvieron cerca. Lamentablemente ambas éramos jóvenes y no pudimos con la avalancha de recriminaciones que nos cayó, además en ese tiempo me tuve que encargar de convencerla de algo que no le podían hacer entender ni su cabeza ni el corazón. ¿Se acuerda del zafarrancho que armó en el Seguro Social? ¡Con tres o cuatro punzadas que le mandé tuvo para darse cuenta de la injusticia que cometía consigo misma siendo tan enojona!
 
Como puede ver, he tenido parte activa en su razonamiento. Lo que no hablo con usted, lo he trabajado con su materia gris y la víscera cardíaca. En buena parte me debe el éxito que ha tenido en sus terapias y lo reconoce, cosa que me confirman los últimos párrafos de su misiva y que me causa regocijo.
 
¡Y por favor, ya mande al tiradero su sentimiento de culpa! Con haberme ligado en realidad me protegió. Si hubiera sido la matriz de otra mujer, estaría para la basura. Gracias a su rigidez no estoy golpeada por los abortos ni tengo cicatrices de enfermedades venéreas. ¿Pero cómo quería conservar hasta el himen? No debería ser tan exigente.
 
Respecto a lo que me reclama de la página roja mensual, no tengo la culpa de que le haya tocado ser hija de una familia tacaña que sólo quería castrarla. Felicidades por no haberse dejado: aprovecho la presente para informarle que está completa.
 
Extrañé sus imprecaciones de antaño, pero me dio gusto recibir sus líneas. Créame que la aprecio. En la juventud censuró casi todos mis mensajes y no la culpo. La civilización que nos tocó desprecia lo femenino y odia la sexualidad. Me queda claro que eso usted no lo inventó y me consta que tampoco se regodeó en ello. Si en verdad no me hubiera querido como parte de su cuerpo, estaría fuera desde cuándo. ¿Para sus pulgas?
 
La conozco muy bien y estoy de su lado. Comprendo porqué una semana placentera con un hombre no valió ante la deuda atrasada del recibo telefónico. Porqué un ramo de flores o una caja de chocolates le prenden el foco amarillo en lugar de hacerla sentir halagada. Yo también buscaría un pretexto para huir si el galán me contara que golpeó a su ex mujer o si no tuviera forma de saber cómo trató a sus tres últimas parejas.
 
Déjeme decirle que a todas las matrices nos disgusta que nos obliguen a ser huevonas. A mí me salvó la conexión que usted estableció con la mente y el corazón. Eso me dio la oportunidad de conocer una forma de vida que pocas colegas conocen y por ello le vivo agradecida.
 
Y no me voy a dormir. No se haga ilusiones. Aún después de la menopausia, puedo generar mucho bien para usted y voy a encargarme de que se convierta en una anciana sabia, no importa que haya sido una niña medrosa y una joven inadaptada. Le mando un abrazo.
 
Su amiga y segura servidora:
Matriz