Querida
matriz:
Bueno eso de querida es un decir, porque realmente, de ser
la parte más odiada de mi cuerpo empiezas a ser tolerada hasta ahora
que anuncias el fin de tu funcionamiento.
Has sido para mí una fuente de problemas. Comenzaste con tu página roja mensual en el momento menos esperado; cuando aún dependía de mi familia para todo. Por tu causa, pedir un simple Kotex era una temeridad; preferible robar dinero o hurtar los algodones de mi madre o de plano destruir toallas. Y aún así, me la pasaba de pie lo más que podía aguantar. Me convertiste en madre cuando la gente que me rodeaba estaba empeñada en tratarme como niña.
Has sido para mí una fuente de problemas. Comenzaste con tu página roja mensual en el momento menos esperado; cuando aún dependía de mi familia para todo. Por tu causa, pedir un simple Kotex era una temeridad; preferible robar dinero o hurtar los algodones de mi madre o de plano destruir toallas. Y aún así, me la pasaba de pie lo más que podía aguantar. Me convertiste en madre cuando la gente que me rodeaba estaba empeñada en tratarme como niña.
No
me diste chance de saber qué cosa es lo normal y decente para
relacionarse con los hombres, ni siquiera supe cómo ser la otra de
un casado o una más en la lista de un Tenorio,
porque antes de que pudiera acostumbrarme al hecho de que tenía
pareja, ya era hora de asumir que me habían dado el esquinazo.
Pasé
años sintiéndome culpable hasta que reparé en que la mayoría de
los hombres inventan etiquetas para no comprometerse con nosotras.
Quieren hijos, pero no los reconocen o los aceptan de mala gana.
Contratan prostitutas y buscan el modo de no pagarles. Toman esposas
y no las atienden, o les recriminan sus defectos para sentir que
ellos no tienen debilidades. Todo esto ocurría ante tu indiferencia.
Continuabas jugando el rol en mi organismo, dotándome de una
apariencia que me hizo recibir más insultos que piropos, y de nada
sirvió dejarme engordar, no arreglarme, agriar el carácter. No tuve
escapatoria.
Lo más frustrante es que ahora me doy cuenta de que
en realidad no era necesario que me afeara. Cuando empezaste a mandar
la menstruación era una chiquilla gorda, desgarbada, con un tic
nervioso por los problemas que había en la casa. Además usaba unas
gafas con armazón grueso que me hacían parecer lechuza. Tenía la
frente, la nariz y la barbilla como empedrado, por el acné. Para
cerrar con broche de oro, hablaba sola. ¿Quién podía fijarse con
seriedad en una chava de semejante aspecto?
Afortunadamente pude
amarrarte las trompas porque si no, en lugar de recibir de vez en
cuando los mails de una sola resentida, tendría que leer los de dos
o tres. En realidad nunca pude ver cuándo era tu turno para ser y
estar en mi cuerpo, y no puedo tener claro si con la salpingoplastia
en verdad te protegí o nada más te castigué.
Comprendo que para
ti no debió ser fácil fungir como la matriz de Adriana, así que
ahora que te estás despidiendo, que volverás a dormir como dormías
cuando era niña, te deseo de todo corazón que descanses, que
sueñes, si puedes soñar, con un mundo libre de angustia, donde la
misoginia no exista más.
Sin otra
cosa que decir salvo las gracias por darme una identidad, me
suscribo.
Muy atentamente:
Adriana.
Adriana.
Muy
señora mía:
Acuso recibo de su última con fecha indefinida,
como todo lo que usted escribe.
Estaba acostumbrada a sus incoherencias. Francamente, hacía mucho que no la oía renegar. Ya estaba a punto de investigar qué pasaba y me encuentro con semejantes líneas.
Contra todo lo que usted pueda suponer, siempre me supe aceptada y en el diálogo que sostuvimos cuando se estaba formando ese bebé que ahora es la resentida que le escribe, percibí en su persona más asombro, incluso alegría, que miedo.
Estaba acostumbrada a sus incoherencias. Francamente, hacía mucho que no la oía renegar. Ya estaba a punto de investigar qué pasaba y me encuentro con semejantes líneas.
Contra todo lo que usted pueda suponer, siempre me supe aceptada y en el diálogo que sostuvimos cuando se estaba formando ese bebé que ahora es la resentida que le escribe, percibí en su persona más asombro, incluso alegría, que miedo.
En
realidad usted nunca rechazó a su hija, resintió el tratamiento
gazmoño y envidioso que le dieron los que estuvieron cerca.
Lamentablemente ambas éramos jóvenes y no pudimos con la avalancha
de recriminaciones que nos cayó, además en ese tiempo me tuve que
encargar de convencerla de algo que no le podían hacer entender ni
su cabeza ni el corazón. ¿Se acuerda del zafarrancho que armó en
el Seguro Social? ¡Con tres o cuatro
punzadas que le mandé tuvo para darse cuenta de la injusticia que
cometía consigo misma siendo tan enojona!
Como puede ver, he
tenido parte activa en su razonamiento. Lo que no hablo con usted, lo
he trabajado con su materia gris y la víscera cardíaca. En buena
parte me debe el éxito que ha tenido en sus terapias y lo reconoce,
cosa que me confirman los últimos párrafos de su misiva y que me
causa regocijo.
¡Y por favor, ya mande al tiradero su sentimiento
de culpa! Con haberme ligado en realidad me protegió. Si hubiera
sido la matriz de otra mujer, estaría para la basura. Gracias a su
rigidez no estoy golpeada por los abortos ni tengo cicatrices de
enfermedades venéreas. ¿Pero cómo quería conservar hasta el
himen? No debería ser tan exigente.
Respecto a lo que me reclama
de la página roja mensual, no tengo la culpa de que le haya tocado
ser hija de una familia tacaña que sólo quería castrarla.
Felicidades por no haberse dejado: aprovecho la presente para
informarle que está completa.
Extrañé sus imprecaciones de
antaño, pero me dio gusto recibir sus líneas. Créame que la
aprecio. En la juventud censuró casi todos mis mensajes y no la
culpo. La civilización que nos tocó desprecia lo femenino y odia la
sexualidad. Me queda claro que eso usted no lo inventó y me consta
que tampoco se regodeó en ello. Si en verdad no me hubiera querido
como parte de su cuerpo, estaría fuera desde cuándo. ¿Para sus
pulgas?
La conozco muy bien y estoy de su lado. Comprendo porqué
una semana placentera con un hombre no valió ante la deuda atrasada
del recibo telefónico. Porqué un ramo de flores o una caja de
chocolates le prenden el foco amarillo en lugar de hacerla sentir
halagada. Yo también buscaría un pretexto para huir si el galán me
contara que golpeó a su ex mujer o si no tuviera forma de saber cómo
trató a sus tres últimas parejas.
Déjeme decirle que a todas
las matrices nos disgusta que nos obliguen a ser huevonas. A mí me
salvó la conexión que usted estableció con la mente y el corazón.
Eso me dio la oportunidad de conocer una forma de vida que pocas
colegas conocen y por ello le vivo agradecida.
Y no me voy a
dormir. No se haga ilusiones. Aún después de la menopausia, puedo
generar mucho bien para usted y voy a encargarme de que se convierta
en una anciana sabia, no importa que haya sido una niña medrosa y
una joven inadaptada. Le mando un abrazo.
Su amiga y segura
servidora:
Matriz
No puedo decir nada, ya te he contestado en fb. Me he emocionado.
ResponderEliminarAy, Laura, gracias. Es bonito que los lectores le digan a uno eso, pero cuando las palabras salen de una escritora de tu talla, la que se emociona soy yo. Muy agradecida. Un abrazo.
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