sábado, 4 de septiembre de 2010

Agradecimientos

Tuve en mis manos el libro LOS HOMBRES QUE NO PUEDEN AMAR, escrito por los doctores en sicología Steven Carter y Julia Sokol, editado por el señor Javier Vergara. Doy gracias a estas tres personas, con cuyo trabajo dispuse de una muy valiosa información para digerir la experiencia que viví con el alcohólico.


-¿Qué esta operando en ti, que estás dispuesta a enfermarte?- fue la pregunta que me hicieron los actores Marconio y Jorge Belaunzarán. Nunca terminaré de agradecerles esa muestra de amistad.

.Este trabajo ha sido también un reconocimiento a mis locos: Nachtoyollotzin Arturo, alcohólico en activo que niega su problema; Jerónimo, tío abuelo materno, borracho, neurótico de guerra que en el frente de la Revolución Mexicana, fue asesino; Juana, abuela materna, comedora compulsiva por querer expandirse para ser tapadera de todos; Antonio, padre, ausente y humillado, mordaz, golpeador, estafador y trinquetero; Tía Genoveva, hermana de Antonio, pianista concertista, compositora y arreglista, que fue obligada a contraer matrimonio con un tipo mediocre, a cuyas manos murió asesinada por una presunta infidelidad; Esperanza, mi madre, esquizofrénica paranoide; mis hermanos: Alejandro, que desde su más temprana juventud nadó en las aguas negras del alcohol, que tocó todos los fondos impensables en un estado completo de orfandad; y Ma. Alura, mitómana; tía Cirenia, poetisa malograda; tía Alicia, monja resentida que prefirió el sonambulismo a falta de agallas para ser insomne; Petrita, ejemplo de codependencia hasta la ignominia.

Cada uno de ellos, con su respectiva dolencia, me enseñó el valor de comprometerse con un proyecto de vida. Desde aquí, un abrazo y un beso para todos, en donde quiera que estén.

Gracias a Irma, por su trato, su buena comida y por el hecho, bastante halagador, de que a estas alturas del partido se siga tomando la molestia de hablar de mí, aunque hable mal.

Mi gratitud a Premalata de Matesanz, amiga y mentora en esta difícil tarea de hacer con podredumbre la composta.

Raquel Olvera me concedió una gracia: asistir a sus clases. Ahí aprendí que para ejercer el derecho de contar nuestra historia, estamos obligados a saber escribir.

Por último, gracias, mil gracias a los padrinos Raúl, Pascacio, Edith, Angélica, David, Ernesto, Juana, Teresa, Esther, Alma, Luís, Eladio, Miguel, Francisco, Enrique y Patricia, por el auxilio emocional que me brindaron y el riesgo que algunos de ellos corrieron al visitar a Arturo en su casa. Gracias por existir y por darle vida a AA y Al Anon.

Un agradecimiento más a los lectores por su tiempo y sus comentarios, tanto si los escriben como si no.

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