sábado, 4 de septiembre de 2010

Colofón tabernario

“¿Todas las decepciones son errores? ¡Sorpresa! ¡La respuesta es no!

La decepción puede ser una magnífica oportunidad para el crecimiento personal y la cicatrización de las heridas infantiles… siempre que esté dispuesta a asumir la responsabilidad y a soportar las angustias del cambio.”

Dra. Laura Schlessinger.


La cita anterior ha sido lo más reconfortante que pude hallar en toda la literatura que revisé para poder escribir este libro. En el tiempo que dediqué a su elaboración, me fue benéfico creer que tenía pareja, pues eso me brindó la posibilidad de observar con detenimiento mi bagaje emocional para llegar a saber por qué me enganché, por qué me dormí en mis laureles y quedé involucrada en el lío de pantalones que una restaurantera se traía con varios hombres al mismo tiempo.


Las personas que trabajan en ese medio, están expuestas a convertirse en ayudantes de borrachos. Aquellas que no han resistido la tentación, no sólo se ven impedidas para hacer dinero, sino que muestran, además, una “madurez” y una “amplitud de criterio” que se reducen a dominar el juego de los alcohólicos que tengan enfrente, y hasta para esos bebedores compulsivos, llegan a resultar simple “gente que vive encerrada en su mundito”, según palabras textuales de Arturbio.

Encontrar a ese hombre en mi camino fue tan afortunado como sentarme en un pajar y pincharme con la aguja, y ni hablar; es verdad: nosotras no significamos cosa alguna para ellos, pero ellos sí se encargan de hacer que una toque fondo. En mi fuero interno él ya tiene un lugar. Allí va a seguir siendo “hermano de mi corazón”, por lo que provocó que descubriera; porque, en el afán de brindarle un cariño sincero, tuve oportunidad de conocer AA y su programa, que me dio herramientas con las que puedo distinguir, al momento de estar cerca de algún “briagoberto”, si me toca en suerte ver los toros desde la barrera, o si estoy en riesgo de quedar como una torera, en medio del ruedo y hasta con traje de luces. Espero tomar actitudes de forcado si el animal vuelve a embestir contra mí. Espero también darme cuenta de cuándo estoy citando a la bestia, y por qué.

En una de las juntas Al Anon, descubrí que hay compañeros que ven la cuestión de vivir con un alcohólico así como la veo; estar en la fiesta brava, o en la corretiza de Pamplona, y cuando siento que no voy a dejar de estar en el ruedo porque, como dicen los AA, “Del triángulo sí se sale, pero del círculo no.”, recuerdo que mi única defensa es ilustrarme, prepararme, conocerme más.

Gruñosaurio, el hombre con el que viví, antes de ser actor fue torero y me decía del ambiente taurino con tristeza, pero también con acierto: “¡Ay, niña! En esos lugares, tu único amigo es el toro.”, y en la vida es igual: en todo este merequetengue, mi único amigo fue Arturo.

Ciudad de México, 30 de Noviembre del 2008.

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